¿Aprecias un cambio (de cuando competías a la actualidad) en la forma de prepararse antes de competir?
“Sí, mucho, todo está evolucionando para mejor. Nosotras, en su día, éramos más los ‘conejitos de indias’, y ahora se tiene más conocimiento de todo”.
¿Qué hábitos aconsejas seguir para ser fuerte mentalmente?
“Ir habitualmente al psicólogo o mental coach lo que se requiera, no dejarlo ni cuando estés bien. A mí me fue muy bien la visualización, una buena herramienta e intentar rodearte de personas que te digan las verdades, y que esto no es para luchar solo, sino rodeada de personas”.
¿Tenías alguna manía o superstición antes de competir?
“Hubo un momento que tenía bastantes y vi que esto me hacía más débil. Las eliminé todas de golpe. Las chanclas aquí, la pinza allí… ¿Perdona? Cuatro años para que luego no eso no valga para nada. Pero sí, los deportistas somos bastante maniáticos en general”.
¿Cómo hacías para equilibrar la vida personal y profesional en el deporte de élite?
“Tuve una parte de suerte porque mi marido es ex deportista y si no vienes de este mundo puede parecer una locura todo. Me ayudó, y nunca mejor dicho, sincronizarme con la vida y priorizar. Tener un buen calendario e ir haciendo”.
¿Cómo era tu ánimo tras una victoria? ¿Y tras una derrota?
“Al principio no disfrutaba nada las victorias, me daban la medalla y al minuto me olvidaba. Esto lo trabajé con el psicólogo: saber disfrutar de las cosas cuando van bien no es tan fácil. Esto fue un reto para mí. Y cuando las cosas no iban bien, me hundía en la miseria. Yo era bastante de expresar y pedir ayuda, pero también de justicia e injusticia; lo veía como un drama, hasta tenía mis momentos de duelo y todo”.
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